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CRÍTICAS - CINE

Operación Monumento (The Monuments Men)

(Estados Unidos/ Alemania, 2014)

Dirección: George Clooney. Guión: George Clooney, Grant Heslov. Elenco: George Clooney, Matt Damon, John Goodman, Bill Murray, Cate Blanchett, Jean Dujardin, Bob Balaban, Hugh Bonneville. Producción: George Clooney, Grant Heslov. Distribuidora: Fox. Duración: 118 minutos.

El arte en su época de destrucción técnica.

Los “hombres de los monumentos” fueron una fuerza especial creada durante la Segunda Guerra Mundial por el entonces presidente norteamericano Franklin Roosevelt, denominada “American Commission for the Protection and Salvage of Artistic and Historic Monuments in War Areas”. Estos hombres de trece naciones diferentes tenían como misión proteger, recuperar y devolver a sus dueños originales el patrimonio histórico artístico de la humanidad que la Alemania nazi se estaba apropiando o que estaba siendo destruido por las circunstancias de la conflagración a lo largo de toda la Europa ocupada.

George Clooney no solo nuevamente incursiona en la dirección y la actuación sino que además vuelve a participar en el guión adaptando el libro de Robert Edsel (presidente de Monuments Men Foundation, una fundación creada en 2007 para preservar el legado de tamaña tarea), autor de The Monuments Men: Allied Heroes, Nazi Thieves and the Greatest Treasure Hunt in History.

Tras conseguir la aprobación presidencial para conformar una fuerza especial para rescatar las obras de arte robadas por los nazis en Europa y proteger en la medida de lo posible los edificios históricos de los bombardeos indiscriminados de la aviación, Frank Stokes (George Clooney) le propone a siete curadores de arte, arquitectos, historiadores del arte y directores de museos que se sumen a la tarea. Después de un entrenamiento básico desembarcan en Normandía y comienzan su búsqueda de los objetos  artísticos desaparecidos. El rastro de las pinturas y esculturas robadas los conduce hacía el corazón de una Alemania que se desmorona ante el avance de los aliados. Cuando Hitler firma la orden para destruir todas las obras ante la posibilidad de una derrota y a medida que los alemanes retroceden y los rusos se van apoderando de las obras de arte como compensación por las pérdidas de la guerra, la empresa se vuelve una cuestión desesperada con vistas a llegar antes de que todo esté perdido.

La obra busca confrontar el valor del arte como manifestación del espíritu y legado de la humanidad ante la vida. Mientras miles de soldados mueren en la guerra, los “hombres de los monumentos” se dedican a buscar y proteger obras de arte. La propuesta hace hincapié en esta tensión entre arte y vida durante todo el metraje homenajeando el objetivo y la entrega de los protagonistas a esta misión, quienes arriesgan la vida en el proceso.

El arte inmortaliza a los hombres generando una chispa que trasciende la existencia particular, las generaciones y las culturas, ofreciéndole a la humanidad un don irreemplazable que cambia las representaciones y las formas de percepción. Cuando desaparecen las obras de una generación entera no solo se evapora parte de nuestro patrimonio cultural sino que muere una parte de nuestra humanidad, ya que el legado que conforma nuestras tradiciones y nuestra cultura es eliminado de nuestra disponibilidad. Parafraseando a Nietzsche, sólo las almas ambiciosas en tanto que espíritus intensos y tensos saben lo que es arte y son capaces de anteponerlo a la vida como premisa.

calificacion_4

Por Martín Chiavarino

 

De monumental a pochoclera.

Basada en un libro de Robert Edsel, la película narra la historia de los hombres de distintas naciones encomendados a salvaguardar las obras más relevantes del arte occidental, tanto de la destrucción de la guerra como de los “robos ideológicos”. Estos arquitectos, curadores, especialistas en arte y hasta soldados son reclutados en la película en misión especial de los Estados Unidos por Frank Stokes (George Clooney).

La originalidad del planteo de Clooney, quien se encuentra ahora en el pico de su carrera y desde hace más de diez años nos sorprende como director con grandes entramados narrativos y visuales como Confesiones de una Mente Peligrosa, está en haber retratado la Segunda Guerra Mundial desde un lugar que -como vimos hace poco en Ladrona de Libros– no había sido suficientemente analizado, el lugar que juega la cultura y el progresivo borramiento de la historia a la que nos sometió el nazismo.

En efecto, el final de la Segunda Guerra se ceñía sobre el mundo y Hitler estaba pensando en crear el “Museo del Führer”, donde llevaría las obras más grandes del Siglo XX, entre ellas obras de Picasso, Rembrand, Da Vinci, Miguel Angel, etc. La tesis parece ser brillante: además de las muertes de la guerra, del despojo humano y material, Hitler quería despojar a la civilización de su historia cultural, aún luego de su muerte (en caso de morir, habría ordenado quemar las obras más importantes del arte occidental hasta dejar al mundo sin raíces). Un mundo que no recuerda su cultura es precisamente un mundo deshumanizado, despojado de todos los avances de la razón iluminista y por ende fácilmente manipulable, gobernable, un mundo enfrentado a una sequía de historia. Una segunda tesis que se entreteje en la trama pasa por la comparación constante entre el valor de la vida humana y el valor de la obra de arte, como encarnación de la manifestación más alta del espíritu humano.

Lamentablemente estas tesis sólo se enmarcan en el discurso sin lograr un anclaje real en la trama ni en la imagen. La película no produce desasosiego alguno, y tampoco parece apuntar a resaltar  un humor inteligente recayendo constantemente en clichés: un soldado a punto de explotar encima de una mina abandonada, guiños seudo-eróticos con una Cate Blanchett rechazada, etc. El verdadero humor aparece en los gestos y la desenvoltura de los brillantes actores: la sonrisa  burlona de Bill Murray, los movimientos poco deportivos de John Goodman, etc.

Es menester resaltar también que si bien la película es un desfile de grandes actores, ninguno de sus personajes está debidamente construido, impidiendo que el público se identifique de manera profunda con ellos. Operación Monumento es una película de buenos recursos estéticos, de actuaciones imponentes y de una tesis que -por su originalidad y por alejarnos de la típica perspectiva sobre la Segunda Guerra- podría haber sido brillante, pero que cae, simplona y poco profunda, en la fetichización elitista de la obra de arte, un devenir narrativo clásico y el humor vacuo, convirtiéndose en una interesante película pochoclera.

calificacion_2

Por Sofía Lara Gómez Pisa

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