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CRÍTICAS - CINE

Titanes del Pacífico, según Elena Marina D’Aquila

Monstruos vs. aliens.

No cabe dudas de que hoy en día, la tarea más difícil para un director de cine, es encontrar la manera de hacer que los espectadores paguen una entrada para ver su película. No estoy diciendo nada nuevo, pero a la mayoría de nosotros nos ha pasado alguna vez que si algo no nos llama mucho la atención como para verlo en pantalla grande, no nos modifica la vida esperar y verla después en casa. Si pagamos una entrada, esa película tiene que brindarnos una experiencia que nos resulte imposible obtener a través de nuestro televisor o computadora.

Hollywood confía hoy más que nunca en el cine de ciencia ficción para llevar esta experiencia a las salas, a través del espectáculo visual que se supera película a película. Lo novedoso, sin embargo, es que Guillermo del Toro lleva esta idea a otro nivel con Titanes del Pacífico: una bomba de estruendo, con extravagantes efectos especiales y escenas estridentes que superan en tamaño y calidad, cualquier película deTransformers Battleship.

Si hay algo que me fascina del cine de ciencia ficción, es que las películas nunca siguen lo que indicaría la lógica. En vez de evacuar todas las ciudades costeras, que sería lo más sensato, sabiendo que los kaiju provienen del Océano Pacífico, los humanos deciden construír una elite de robots gigantes manejados por dos pilotos, que controlan al androide XXL como si jugaran a la Wii. Del Toro, toma algunos conceptos de Avatar, como el del enlace que deben hacer los piloros, para conectar sus mentes entre sí y también el de un mundo que puede ser Pandora o el fondo del Pacífico e incluso los mismos kaiju, pero en el cual los colores tienen un atractivo especial y un protagonismo propio.

Del Toro nos brinda una película que da la sensación de arrasar con todo a su paso, un verdadero tanque de destrucción: no nos alcanzan ni los ojos ni el 3D para ver todo lo que se hace polvo en cuestión de segundos, antes de que nos demos cuenta. Y para el espectador, siempre hay lugar para más, pero ésta vez en cantidades inimaginables: ya Los VengadoresEl Hombre de Acero mostraban cómo se hacía pedazos una ciudad de forma masiva, pero aquello no se asoma ni un poco al espectáculo visual que hace Del Toro de la devastación. Mientras el mundo está por acabarse, y como no podía ser de otra manera, el muñeco de turno/clon de Channing Tatum, Charlie Hunnam, -que no es el verdadero protagonista, porque la estrella de la película es el Gipsy Danger, su Jaeger- no deja de hacerse el canchero exhibiendo su six pack por toda la pantalla, pero sin ningún rastro de carisma.

Hay que reconocer que Titanes… tiene un par de virtudes: una de ellas es su simplicidad en cuanto al relato. No hay vueltas de tuerca a último momento ni giros rebuscados, lo único que hay que entender son dos palabras: kaijujaeger. Otra es el comienzo: un prólogo de casi veinte minutos –previo a los títulos-, que utiliza los recursos clásicos del género para crear interés, suspenso, pánico y angustia (cámara en mano, noticieros, montaje frenético) inyectándonos unos miligramos de acción para saborear a modo de aperitivo. Además, introduce el factor sorpresa –por más mínimo que sea- en una película que al estar dentro del sistema de representación hollywoodense puede categorizarse como predecible, pero funciona, porque lo hace sin olvidar que lo que está haciendo es una fórmula. Y ahí aparece la parte más lúdica: el sentido del humor, los clichés y las claves del género. Del Toro es astuto: se las arregla para crear una coherencia dentro de las escenas de combate, que al ser tan espectaculares, ayudan a disimular los baches de guión, esos puntos débiles, como el discurso (des)motivador del General, -probablemente uno de los peores de la historia del cine- o la solemnidad de algunos diálogos y actuaciones sosas, que finalmente pasan desapercibidas entre tanta acción.

Los duelos son titánicos: cada pelea supera a la anterior, ambos rivales cada vez son de mayor dimensión, y pasa lo mismo con los enfrentamientos, hasta llegar al último que es un round de pesos pesados. Pero esto no impide que se sienta el esfuerzo físico, cosa que no pasaba por ejemplo en el enfrentamiento final de Iron Man, que era más bien torpe y aparatoso, pero se fue haciendo cada vez más físico con el correr de la saga. Titanes del Pacífico combina varios subgéneros para tratar de conformar a una amplia variedad de espectadores y fanáticos del género: es una película de monstruos, de invasiones alienígenas,  de apocalipsis, de robots gigantes, y hasta contiene el concepto de viaje en el tiempo, pero a través de la mente. Una monstruosidad épica con una banda sonora acorde, que incluye un lei motiv tan pegadizo que es imposible no tararearlo a la salida.

La razón por la cual la mega obra de Guillermo del Toro resulta una pieza única y valorable de la ciencia ficción, es por su gran contradicción: la de introducir el triunfo de lo analógico –el Gipsy Danger derrotando a los kaiju- pero de manera digital. No debemos olvidar que el cine es entretenimiento y cuando viene sin diluir hay que disfrutarlo hasta emborracharse.

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Por Elena Marina D’Aquila

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