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CRÍTICAS - CINE

Policía, Adjetivo

Policia, Adjetivo (Police, Adjective, Rumania, 2009)

Dirección, Producción y Guión: Corneliu Porumboiu. Elenco: Dragos Bucur, Vlad Ivanov, Irina Saulescu. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 115 minutos.

Nota previamente publicada con motivo de la exhibición en Competencia Oficial Internacional del 12ºBAFICI.

Con solamente dos largos en su haber, podemos observar que el cine de Porumboiu funciona como ficción, pero además funciona como documental. Y es justamente como documental que comienza Police, Adjective.

Mas allá que comenzamos a ver al policía interpretado magistralmente por Dragos Bucur seguir a unos jóvenes que tienen drogas en su poder,  Porumboiu se pone el traje nouvellevaguense , saca la cámara a la calle y se toma todo el tiempo del mundo para filmar la gélida y grisácea Rumania como había ocurrido en Bucharest 12:08 recorriendo los barrios periféricos a las ciudades y reflexionando sobre los cambios económicos ocurridos en su país posteriores al año 2007 cuando Rumania ingreso a la Comunidad Europea y cambio su moneda por el Euro. Mientras en Bucharest 12:08, filmada en el año 2006, veíamos un parque automotor compuesto en su gran mayoría por automóviles Dacia, copias baratas del Renault 12 producidas en serie durante la existencia de la Unión Soviética, en Police, Adjective , podemos observar una existencia de automóviles importados y de todas las marcas en barrios de clase media. Si el director rumano reflexionaba en su opera prima sobre las consecuencias de la revolución, en Police, Adjective lo sigue haciendo mediante la puesta en escena, observando y mostrando simplemente el avance del capital sobre su país.

Volviendo a la ficción, retomemos en la persecución del policía Cristi (Dragos Bucur) a los jóvenes que tienen drogas para consumo personal: el relato gira en la ambigüedad del personaje del policía que por un lado sabe que los jóvenes están cometiendo un delito, pero por otro lado considera injusto que en Rumania la tenencia simple no este despenalizada como en el resto de Europa y no quiere de ninguna manera encarcelar a los jóvenes por tres años y medio que es la condena minima por este delito. Cristi va dilatando la situación en la cual vemos la burocracia cotidiana que tiene que convivir con su trabajo de policía, haciendo informes inútiles sobre unos jóvenes que Porumboiu muestra a la distancia y parecen sencillos y amables e inevitablemente el espectador se ubica en una situación empática con el sentimiento del policía de no pretender encarcelar a estos jóvenes. Cristi y su mujer, maestra ella, hablan de las arbitrarias decisiones de la Academia de lengua Rumana, algunas ridículas, el director reflexiona sobre la arbitrariedad por encima de la razón y la lógica.

Y si este policía ambiguo, casi un personaje salido del manual baziniano del cine objeta las reglas impuestas y le reconoce las dos caras posibles , la aparición de Vlad Ivanov ( aquel que creara un personaje detestable en la extraordinaria película 4 meses, 3 semanas, 2 días) como jefe de la policía en la escena crucial de la película pone los pelos de punta y otra vez Corneliu Porumboiu logra un personaje de ficción salido del molde, como había ocurrido con el genial viejo Piscoci (Mircea Andreescu) en Bucharest 12:08. Ivanov viene a apagar cualquier dualidad y termina poniendo a la institución policial en la antípoda perfecta al sueño cinematográfico. Pareciera ser que a Porumboiu no le gustan los policías. Lo que si sabemos que le gusta y ama con pasión es el cine, y nosotros ya amamos sus películas.

Carlos Federico Rey

Sistema y mediocridad vs. ética y conciencia
Cristi es un joven policía que pasa días enteros persiguiendo a un adolescente, porque sospecha que vende drogas. Hay algunas evidencias de ello, como las colillas que quedan en los lugares públicos o sitios valdíos en los que el sospechoso se reúne a fumar con dos amigos más. Cristi las analiza, y algunas de ellas corresponden a sustancias tóxicas. Pero el policía no tiene certezas de nada y su conciencia no lo deja arrestar al chico, ya que si lo hace por error, el perjudicado pasaría los mejores años de su vida encerrado en la cárcel.
El film remite a lo que llaman algunos “realismo documental”; el director pone el interés en seguir, con pocas cámaras, al protagonista en sus largas caminatas por las calles (Cristi, en una muy buena representación de Dragos Bucur, quien protagonizara también La Muerte del Señor Lazarescu). Sin decorados ni iluminación que remita a ningún otro significado que el de la vida real, las tomas –larguísimas algunas- muestran el panorama de una ciudad fría, con habitantes de clase media y baja que luchan por sobrevivir día a día. Pocos actores y cortos diálogos van construyendo una realidad en la que prima un sistema mediocre con una administración burocrática cuyos empleados parecen estar muy solos, cada uno cumpliendo con su trabajo sin que a los demás les importe; solamente hay que seguir los reglamentos.
En una primera y superficial visión, la historia transcurre sin que pase nada; sin embargo, ese es el punto: parece que no pasara nada, pero mientras tanto Cristi lucha internamente por tomar la decisión correcta (arrestar o no al joven) y externamente, por convencer a sus superiores de que no es momento de tomar medidas drásticas porque no hay pruebas suficientes. Lo novedoso de Policía, Adjetivo reside en el climax, que ocurre casi al final durante una discusión lingüística en la que se debate no solamente el significado de las palabras (tales como conciencia, ley, policía, etc) sino también el poder de decisión de cada uno de los que la protagonizan (el policía y su superior, quien representa al sistema).
Además de la visible inacción en la que solamente se ve al protagonista caminando por las calles, el problema que presenta este film es el sonido, que en lugar de ir coordinado se adelanta a las imágenes. Por ello, entender qué dice quién se hace dificultoso; sobre todo si se tiene en cuenta que los actores no hablan un idioma familiar.

María Eugenia D’Alessio

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